domingo, 11 de noviembre de 2007

41.- Madre universal


41.- Madre universal, Jn 19:25-27

Lee Juan 19:25-27. Jesús crucificado, queriendo fortificar a “los suyos”, proclama una especia de testamento final y encarga mutuamente a su madre a su discípulo amado. La tradición de la iglesia ha visto en el discípulo amado a todos los creyentes, y en María a la nueva humanidad, la iglesia o la madre de todos los cristianos. Como el discípulo acogió a María seguimos acogiéndola los católicos.

La devoción a María como madre de todos ha llevado a los católicos a nombrarla como patrona protectora de sus países. Varios de sus títulos en América Latina señalan sus cualidades como la madre de Dios: Nuestra Señora de la Misericordia en la República Dominicana, de la Caridad del Cobre de Cuba, de la Divina Providencia en Puerto Rico y del Socorro en Guatemala, por nombrar algunas.



Con distintos vestidos y adornos, María nos revela su amor materno y nos orienta hacia Jesús, al acompañarnos en nuestro camino de fe y vida comunitaria, fortalecernos en la vida diaria, los sufrimientos y los conflictos, y comparte nuestras celebraciones. Sus palabras a San Juan Diego, en México, fueron las de una madre preocupada especialmente por sus hijos que sufren y viven angustiados:

Por que yo en verdad soy vuestra madre compasiva, tuya y de todos los hombres…y de las demás estirpes de hombres…los que me busquen, los que confíen en mi, porque ahí les escuchare su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores.


Escucha, ponlo en tu corazón, hijo mío el menor…que nos se perturbe tu rostro, tu corazón; no temas esta enfermedad ni ninguna otra enfermedad, ni cosa punzante, aflictiva.

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